Como docentes nos enfrentamos a una realidad, que exige de nosotros cambios de mentalidad y una nueva visión de lo que es y debe ser la Educación. No podemos repetir modelos impositivos, deshumanizantes que no tocan la vida de los estudiantes, que no transforman. Es pues, la búsqueda y definición de nuevos caminos cuando los que teníamos han comenzado a desdibujarse. En estas encrucijadas históricas, la cotidianidad, el día a día con sentido, aparece como la «tabla salvadora» de donde aferrarnos y la que nos brinda cierto piso de sostenimiento mientras atisbamos y construimos los «nuevos caminos» que nos ayuden a abrir los horizontes.
El aprendizaje hoy en día debe ser significativo, que transforme la experiencia que trae el estudiante, que toque sus vivencias, su entorno y lo lleve a descubrir nuevas formas, nuevos conceptos desde la asociación que él mismo haga de su cotidianidad y su realidad escolar. Todo esto exige de nosotros como maestros una mente abierta con capacidad de innovación, de cambio, de creatividad, de formación y estudio permanente, para que nuestra actividad pedagógica no se torne meramente como la transmisión de conocimientos, sino como un espacio generador de autonomías, de sentido de las cosas, de apropiación de conceptos y de crecimiento recíproco.
Es toda esta realidad aquí planteada, la que nos mueve como maestros a desarrollar currículos y metodologías incluyentes, teniendo en cuenta los ritmos de trabajo de cada estudiante, su riqueza cultural, lingüística, sus capacidades, para que así nuestras aulas de clase se conviertan es espacios, donde el aprendizaje sea colaborativo, solidario y esperanzador. En la actualidad, la labor del maestro, se ve bombardeada por las nuevas tecnologías y una serie de mediaciones que lo llevan a re-pensar sus didácticas, su “transferencia del saber”[1] y su rol de comunicador educativo. Los medios de comunicación se convierten así, en un punto de encuentro entre la comunicación y la educación ya sea como mediadores o como signos de representación que mueven los sentidos del alumno en su proceso de aprendizaje. Frente a este reto que se nos plantea como maestros y maestras, debemos estar en la capacidad de abrirnos a nuevos cambios, a retomar todos los aspectos positivos que los medios de comunicación nos brindan, como una herramienta pedagógica, que nos permita hacer de nuestras clases, espacios agradables, significativos y transcendentales.
Es por ello, que la escuela no puede ser ajena al avance vertiginoso de los medios tecnológicos y de comunicación, puesto que “la población que interactuará en el siglo XXI, debe ser muy conocedora tanto en teoría como en la práctica, de las estructuras informativas, como lo está en otros menesteres de la vida cotidiana. No se trata de que todo el mundo sea un experto electrónico, pero sí debe ser un conocedor de las funciones y posibilidades interactivas de los medios avanzados, incluidos los ordenadores. Indistintamente de la condición socioeconómica de los habitantes de un país, lo cierto es que si se quiere posibilitar mejores niveles de desarrollo, todos por igual deben tener garantizado este acceso”[2] pues cada día nos vamos encontrando barreras tecnológicas que nos excluyen y nos limitan el acceso a ciertos lugares, empleos, beneficios, como por ejemplo los formularios electrónicos que se llenan a través de Internet para acceder a becas, empleos, etc.
Es allí donde se hace pertinente una alfabetización en medios tecnológicos y de comunicación dentro de la escuela, que se enfrenta a un mundo totalmente globalizado. No queremos en nuestro trabajo investigativo proponer una inclusión de los medios al aula de clase, como un aprendizaje meramente operativo, queremos que estos sean la base para la recuperación del tejido social, que tanto alumnos como maestros no se sientan excluidos del mundo que nos rodea, que sepan darle buen uso a estas herramientas, unos como ayuda pedagógica y otros como el espejo donde se refleja su cotidianidad, sus historias de vida, su capacidad de relación, de trabajo en equipo, de adquisición del conocimiento, de habilidades comunicativas, de competencias y destrezas tecnológicas, que son las grandes exigencias del mundo de hoy “la formación humana tiene que ver con el desarrollo del niño o la niña como persona capaz de ser co – creadora con otros de un espacio humano de convivencia social deseable”[3] , esta es una de las principales metas que se nos plantea, desarrollar currículos donde el aprendizaje colaborativo se evidencie y son los medios tecnológicos y de comunicación, actores principales de esta gran iniciativa.
[1] K. Flechsig. “El saber, su transferencia y el perfeccionamiento humano” en Universitas, enero 1988, pag. 21
[2] Correa de Molina Cecilia. “Aprender y enseñar en el siglo XXI” Cooperativa Editorial Magisterio, Bogotá 1999, pag. 70
[3] MATURANA, Humberto. “Formación humana y capacitación”. Dolmen ediciones, Segunda edición, febrero 1997, pag. 15
El aprendizaje hoy en día debe ser significativo, que transforme la experiencia que trae el estudiante, que toque sus vivencias, su entorno y lo lleve a descubrir nuevas formas, nuevos conceptos desde la asociación que él mismo haga de su cotidianidad y su realidad escolar. Todo esto exige de nosotros como maestros una mente abierta con capacidad de innovación, de cambio, de creatividad, de formación y estudio permanente, para que nuestra actividad pedagógica no se torne meramente como la transmisión de conocimientos, sino como un espacio generador de autonomías, de sentido de las cosas, de apropiación de conceptos y de crecimiento recíproco.
Es toda esta realidad aquí planteada, la que nos mueve como maestros a desarrollar currículos y metodologías incluyentes, teniendo en cuenta los ritmos de trabajo de cada estudiante, su riqueza cultural, lingüística, sus capacidades, para que así nuestras aulas de clase se conviertan es espacios, donde el aprendizaje sea colaborativo, solidario y esperanzador. En la actualidad, la labor del maestro, se ve bombardeada por las nuevas tecnologías y una serie de mediaciones que lo llevan a re-pensar sus didácticas, su “transferencia del saber”[1] y su rol de comunicador educativo. Los medios de comunicación se convierten así, en un punto de encuentro entre la comunicación y la educación ya sea como mediadores o como signos de representación que mueven los sentidos del alumno en su proceso de aprendizaje. Frente a este reto que se nos plantea como maestros y maestras, debemos estar en la capacidad de abrirnos a nuevos cambios, a retomar todos los aspectos positivos que los medios de comunicación nos brindan, como una herramienta pedagógica, que nos permita hacer de nuestras clases, espacios agradables, significativos y transcendentales.
Es por ello, que la escuela no puede ser ajena al avance vertiginoso de los medios tecnológicos y de comunicación, puesto que “la población que interactuará en el siglo XXI, debe ser muy conocedora tanto en teoría como en la práctica, de las estructuras informativas, como lo está en otros menesteres de la vida cotidiana. No se trata de que todo el mundo sea un experto electrónico, pero sí debe ser un conocedor de las funciones y posibilidades interactivas de los medios avanzados, incluidos los ordenadores. Indistintamente de la condición socioeconómica de los habitantes de un país, lo cierto es que si se quiere posibilitar mejores niveles de desarrollo, todos por igual deben tener garantizado este acceso”[2] pues cada día nos vamos encontrando barreras tecnológicas que nos excluyen y nos limitan el acceso a ciertos lugares, empleos, beneficios, como por ejemplo los formularios electrónicos que se llenan a través de Internet para acceder a becas, empleos, etc.
Es allí donde se hace pertinente una alfabetización en medios tecnológicos y de comunicación dentro de la escuela, que se enfrenta a un mundo totalmente globalizado. No queremos en nuestro trabajo investigativo proponer una inclusión de los medios al aula de clase, como un aprendizaje meramente operativo, queremos que estos sean la base para la recuperación del tejido social, que tanto alumnos como maestros no se sientan excluidos del mundo que nos rodea, que sepan darle buen uso a estas herramientas, unos como ayuda pedagógica y otros como el espejo donde se refleja su cotidianidad, sus historias de vida, su capacidad de relación, de trabajo en equipo, de adquisición del conocimiento, de habilidades comunicativas, de competencias y destrezas tecnológicas, que son las grandes exigencias del mundo de hoy “la formación humana tiene que ver con el desarrollo del niño o la niña como persona capaz de ser co – creadora con otros de un espacio humano de convivencia social deseable”[3] , esta es una de las principales metas que se nos plantea, desarrollar currículos donde el aprendizaje colaborativo se evidencie y son los medios tecnológicos y de comunicación, actores principales de esta gran iniciativa.
[1] K. Flechsig. “El saber, su transferencia y el perfeccionamiento humano” en Universitas, enero 1988, pag. 21
[2] Correa de Molina Cecilia. “Aprender y enseñar en el siglo XXI” Cooperativa Editorial Magisterio, Bogotá 1999, pag. 70
[3] MATURANA, Humberto. “Formación humana y capacitación”. Dolmen ediciones, Segunda edición, febrero 1997, pag. 15
No hay comentarios:
Publicar un comentario